jueves, 30 de julio de 2009

Pienso, luego existo

Hace algún tiempo, un avión cayó en una de las avenidas principales en la Ciudad de México. Dentro de él venía el Secretario de Gobernación de la República Mexicana, Juan Camilo Mouriño. En este accidente no sólo murió un importante funcionario público sino un aproximado de 15 personas que se encontraban detenidos en el tráfico y que sin aviso alguno y en cuestión de segundos vieron sus vidas perdidas.

Al enterarme de este incidente, me encontraba en alguna clase con Sarito, mi mejor amiga, quien me dijo “¿Te das cuenta de lo irrelevante que es que estemos aquí, tomando una clase que no trascenderá en tu vida?” Es verdad, mientras tú calientas el asiento de un salón de clases, miles de cosas importantes pasan. Lo que te genera una sensación de impotencia tan grande que te dan ganas de abandonar la escuela y ponerte a hacer cosas significativas que trasciendan en la vida de los demás. Dejar de ser un espectador del mundo y convertirte en un actor.

Pues en el discurso de graduación que dio esta misma persona, mi Sarito, dijo acertadamente “Ya no estaremos del otro lado viendo cómo las cosas se hacen o no, hoy es nuestro turno de actuar”. Que importante suena eso, y que responsabilidad tan grande implica. ¿Quieres ser un parásito de la sociedad o quieres contribuir positivamente en ella? ¿Quieres hacer cosas que pasen desapercibidas o quieres que tus actos trasciendan? Que mal que la mayoría de las personas no piensen en la responsabilidad que cada uno tenemos como parte de una sociedad. Todos en ella tenemos un rol y está en nuestras manos hacerlo chiquito o muy grande.

Pensar, es una actividad que está subvalorada por todos pues aparentemente el mundo te pide a gritos que no pienses, que simplemente te pongas a hacer algo ¿qué? ¡No importa!, sólo haz algo. Pero creo que encontrarle a tus actos un “por qué” hace toda la diferencia, te motiva para levantarte en las mañanas y le da un sentido y una dirección a tu vida. De ahí la importancia de darte tiempo para tomar grandes decisiones. Definir el rumbo que tomará tu vida no debe ser fruto de las circunstancias bajo las que te encuentres en un momento dado, sin importar lo desafiantes que puedan ser, sino de una decisión que provenga de una profunda reflexión sobre quién quieres ser, sobre el alcance que quieres que tengan tus actos y sobre llevar a cabo eso que no sólo te hará feliz sino que contribuirá al bien común que tanto necesita este mundo.

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