jueves, 15 de abril de 2010

ROCK ON!


Gracias a largos periodos de profunda introspección y de algunas clases de aerobox, he llegado a la conclusión de que esa dualidad que logra el equilibrio en la naturaleza debe ser llevada al modus vivendi del ser humano para poder sentirnos realmente libres.

¿A qué me refiero?

Vivir en los extremos eventualmente termina por quebrantar la paz, el ánimo y la voluntad del ser. Una persona que es siempre pacífica y no saca de sí la furia que se acumula con los sinsabores de la vida, con el paso del tiempo se fragmenta. Y por otro lado, una persona que vive una vida disipada sin nada en ella que sea real y constante termina por dejar de disfrutar eso que en algún momento fue el más grande de los placeres.

Ser siempre bueno o siempre malo nos lleva a mantenernos de un lado de la balanza que con el tiempo no soportará el peso excesivo que carga con un solo brazo, rompiéndose y dejando caer las piezas que con trabajo sostenía. Necesitamos esa dualidad que logra que el peso se distribuya más o menos en la misma proporción en ambos puntos de la balanza.

Así que descubrí por qué disfruto tanto del rock y de mis clases de aerobox. Cuando toda tu vida has tenido que sonreír cuando quieres llorar; callas cuando quieres gritar y te mantienes en paz cuando quieres explotar, tu cuerpo va guardando una cantidad de violencia que sin duda tarde o temprano saldrá como caballo desbocado. Y como me rehúso a comprometer la buena vibra del universo, descubrí que oír a todo volumen “There is no turning back now you've woken up the demon in me” y golpear con todas tus fuerzas un costal de arena logra liberar todo el odio reprimido que hace hervir la sangre en cuestión de segundos.

Así que creo que ser un poquito mala de vez en cuando no te hace la peor persona, sólo una más equilibrada, más completa y por lo tanto con menos posibilidades de romper tu estabilidad interna, esa que en momentos difíciles logra mantenerte tantito cuerda.

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