lunes, 30 de noviembre de 2009

¿Cómo nos arreglamos joven?

La Organización Mundial “Transparencia Internacional” publicó en el 2008 que el índice de percepción de corrupción es de 3.6 puntos para México en una escala de 0-10 siendo cero percepción de muy corrupto y diez percepción de ausencia de corrupción.

“El futuro de la democracia” de Norberto Bobbio fue el libro que pateó mi cursi trasero al mundo real. Si bien este texto habla de la democracia es más bien una crítica de por qué los países latinoamericanos no somos más que teóricamente demócratas. La triste realidad es que México es un país corrupto, con o sin índices internacionales que lo demuestren, todos los que aquí vivimos sabemos que “con dinero baila el perro”. Un profesor alguna vez me dijo “niña, date cuenta, hay corrupción en todos lados y no desaparecerá; lo que se tiene que hacer es mantenerla en los altos mandos para poder controlarla”. La verdad es que me dio tristeza pensar que en realidad así es como se mueve el mundo pero no me sorprende, cómo esperar que grandes corporaciones y gobiernos poderosos se manejen honestamente cuando las personas no pueden siquiera hacerse responsables de pagar una multa por pasarse un alto.

Dos veces he, literalmente, perdido la razón cuando alguien ha intentado dar mordida mientras yo vengo felizmente de copiloto en el coche. La primera, y con el afán de evitar futuros reclamos usaré nombres y parentescos ficticios, venía con un amigo, Sergio, regresando de Santa Fe hacia Satélite. Veníamos en la glorieta de volaris y como había una gran cantidad de coches haciendo fila para dar la vuelta en la glorieta, él decidió ir en sentido contrario para ahorrar el tráfico. Claramente una patrulla nos paró, lo cual honestamente me dio mucho gusto, y en seguida yo le dije a Sergio “y ni creas que le vas a dar dinero”, tomé su cartera y la escondí entre mis cosas. Eventualmente, y después de una lección de seguridad impartida por el policía que nos paró, Sergio se bajó del coche para hablar con este señor y después de un par de minutos regresó a pedirme su cartera; misma que claramente no le di. La historia con el policía termina en que el hombre descarado, cínico y cerdo se acerca a mi ventana y dice “que ya regañó al joven señorita? Bien hecho” ¿Bien hecho? ¡Hijo de puta si él sugirió la mordida! Me dieron ganas de decirle hasta de lo que se iba a morir el pobre imbécil aquel pero me contuve sabiendo que mis lecciones de vida no cambiarían las prácticas corruptas de ese estúpido personaje. Por si no fuera poco, Sergio se sube al coche y me dice, muy indignado, “te pasas, si sólo le iba a dar veinte pesos” y yo entre que no sabía si reír o llorar pensé “claro, el problema no es el hecho de que contribuyas a que nuestro país sea estúpidamente corrupto sino el monto de la mordida”. A los 2 segundos yo ya estaba llorando de coraje, tristeza y decepción solamente de pensar que si una persona con estudios profesionales; un nivel socioeconómico medio – alto y con valores cívicos y éticos no podía cambiar y cooperar un poquito en tratar de componer a nuestro México, que se cae en pedazos, cómo iba yo a hacer para que el resto de la gente lo hiciera.

La segunda vez fue aún peor porque mi tía, Monica, sí que logró dar mordida para evitar ir al corralón de Dios sabe dónde por circular un día que no nos tocaba. Es un sistema, aunque arcaico, bastante establecido pues el policía, quien bondadosamente te ayudó para que un olvido no interfiriera en los planes del día, te da una clave para que en caso de que te llegaran a parar otra vez, el “pareja” sepa que tú ya pagaste tu mordida correspondiente y puedes ir en libertad. Claramente volví a enloquecer después de lo sucedido y me aventé un discurso moral larguísimo para después, entre lloriqueos, externar mi preocupación por el futuro de mí país, la decadencia de la sociedad y la tristeza de sentirme sola en una lucha contra la corrupción.

Lo que me parece de risa es que en todas estas historias existe una excusa lo suficientemente “válida” para haberlas realizado. “El coche no es mío, ni modo que se llevara el coche de mi mamá al corralón” “No iba a tener tiempo de ir a pagar la multa y recoger el coche” “Nos iba a partir el día” “La multa iba a ser carísima y ahorita no tengo dinero” “Se me va a hacer tarde y es muy importante que llegue a tiempo”… ¡Ja! Como si en verdad un día alguien fuera a decir “Está bien, al fin que hoy tengo tiempo, dinero y transporte alternativo”.

¡YO NO DOY MORDIDA!

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